La desolación que siente una familia en el momento de ser desahuciada se refleja cada vez con más frecuencia en los medios de comunicación, pero poco o nada se sabe de las cuatro o cinco personas que tienen que llamar al timbre para desalojar a la familia, cambiar la cerradura y cumplir con la decisión de la propiedad, sea un arrendador o sea la entidad bancaria. «Es de las peores diligencias. Hay casos en los que se llega y la familia está durmiendo, tiene sus enseres personales... En definitiva, siguen viviendo y hay que desalojarles».
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