sábado, marzo 24, 2007

"Sentí el impulso de pedir perdón por ser jueza"

Matilde Zavala de González, doctora en Derecho y Ciencias Sociales, ex magistrada de la ciudad de Córdoba (Argentina), reflexiona sobre diversos temas del quehacer judicial. Aunque se mostró orgullosa de su paso por la Justicia, confesó que en determinados momentos, sintió necesidad de pedir perdón por ser jueza.
Hoy está retirada, jubilada de una actividad donde pasó 20 años de su vida, habiendo desempeñado como último cargo el de vocal de la Cámara Octava de Apelaciones en lo Civil y Comercial. Antes de ingresar a la Justicia, ejerció como abogada y también tuvo intensa actividad en la docencia universitaria.

Todo eso quedó atrás y ahora dice que es escritora, porque se ha dedicado por completo a escribir sobre temas jurídicos, una actividad que la ocupa desde hace varios años y en la que lleva 25 libros de derecho publicados, sin contar obras escritas en colaboración con distintos autores y publicaciones diversas. Su pensamiento es reconocido en Córdoba y en todo el país, siendo citado frecuentemente en trabajos doctrinarios y en sentencias.

“Quien ha sido juez –dijo– siempre conserva el perfil psicológico de tal. Sólo deja de decidir conflictos judiciales. Ningún magistrado logra jubilarse del Derecho, salvo por ancianidad o enfermedad”. Y agregó: “Así como todos juzgamos diariamente a los demás y a nosotros mismos, continúo juzgando a través de lo que escribo”. “Hay crímenes de lesa humanidad no castigados por leyes penales. Como las gotas de agua que alguien derrocha, y cuya falta hará sufrir sed a sus nietos”. Pero, destacó “sea que exista o no un dios, y que seamos juzgados en este mundo o en otro, los primeros imputados serán quienes desatendieron a personas que los precisaban: niños, enfermos, ancianos... y justiciables. Por eso, los magistrados estarán entre los primeros sometidos a ese juicio final”.

Luego agregó: “Ante la indignación popular frente a tantas injusticias –que no debe confundirse con clamores de circo, porque la verdad no es democrática– muchas veces he experimentado el impulso íntimo de pedir “perdón, por ser jueza”, y simultáneamente orgullo por el sacrificio que implica serlo. “La calle reclama a jueces que asuman el papel de dioses, cuando son seres humanos falibles, esforzados pero no omnipotentes. La profesión de juez es insalubre y genera el estrés característico de todas las dedicaciones que cubren necesidades acuciantes, como la salud o la educación. “El riesgo de equivocarse es ínsito al ser humano. El Derecho no es Matemáticas. Lo importante radica en el empeño y la honestidad, que acerquen a las soluciones ‘más’ justas. Jamás podrá demostrarse que sean ‘las’ justas”. “Debe haber humildad jurídica –añadió–. La indemnización en dinero de daños morales es el único medio, del todo imperfecto, para compensar a las víctimas” “El juez que ordena indemnizar no puede resucitar el muerto, ni reinsertar un miembro mutilado. A la imperfección de dar dinero sin subsanar las lesiones, se adiciona el problema de qué suma fijar. Los interrogantes jurídicos se multiplican hasta el infinito. Para ser esclarecidos por personas finitas. “Lo único imperdonable, mucho más a los que teóricamente más saben, es la falta de humanidad” “No sólo evitar la ‘humana’ crueldad de quien, a diferencia de otros animales, mata sin necesidad de comer, sino además la desidia de quien no se interesa por los demás, sino en el éxito que puede lograr mediante su actividad (dinero, prestigio o poder)”.

“Los jueces –dijo– sólo pueden hablar a través de sus sentencias, y las elaboran en silencio. Sin manifestarse públicamente y sin facultad para contradecir consignas populares adversas. Siempre solos frente a su ciencia, conciencia y responsabilidad”. “Esa insalubridad se verifica dejando de lado, inclusive, limitaciones humanas, escasez de tribunales, exceso de asuntos y falencia de recursos, que los convierten en robots”. Agregó que a ello, “se suman frecuentes amenazas de eventuales afectados por sentencias futuras, y hasta por pasos precautorios o de investigación. Y presiones de autoridades políticas: pedidos injustificados de jury, denuncias sin base, rumores calumniosos que desprestigian por sí solos... “Casi siempre hay una porción inevitable de injusticia, cualquiera sea la sentencia. Pero el juez tiene que emitirla, de alguna forma. A veces implica tirarse a la pileta sin saber nadar bien, y quizá sin riesgo de naufragar él, pero con la angustia de ahogar a quienes intenta auxiliar”. Frente a ese panorama, Zavala de González exclamó: “¡Que difícil es ser juez! El juez civil, aun dudando, tiene que dar razón a una de las partes o fragmentarla entre ambas. Los jueces penales en la duda deben absolver, aun existiendo algunas buenas razones para condenar. A veces se sienten un poco verdugos, pues su condena no vuelve la víctima a la vida, ni logra que se restituya lo robado, y sin embargo suele sumir en abandono y desamparo a familiares del privado de libertad. “No hay retorno espiritual, ni gratificación social para jueces, sino soledad despiadada, aun en tribunales colegiados. No porque un juez espere ni deba esperar elogios. Sucede que no registra ecos ni repercusiones favorables de su labor. Sólo críticas”. “Un abogado comparte éxitos con sus clientes –al igual que fracasos– y un médico se alegra cuando el paciente se curó o alivió, y se aflige en caso contrario. Pero un juez no sabe si su sentencia aportó justicia, aun limitada. Ni antes ni después, delibera ni consulta –está prohibido– con letrados, las partes o la sociedad. No percibe si sus pronunciamientos son mínimamente satisfactorios”.

“Ese público masificado –añadió– pretende seguir los procesos judiciales como culebrones televisivos, y cada cual anticipa el desenlace, rechazando el que no se ajusta a sus prejuicios. ‘Pre-juicio’ es opinión emitida antes de la evaluación en un ‘juicio’. Sin advertir que la circunstancia de que alguien haya sido detenido no significa condena, sino medida preventiva. Y que quien permanece en libertad, puede a la postre ser declarado culpable. “Ese público amorfo dicta condenas o absoluciones, y cuando se oponen a medidas dispuestas en un proceso, expresa agresivamente su disconformidad, y hasta condena a jueces antes de que hayan pronunciado condena ninguna”.
Recordó seguidamente Zavala de González, la situación de los Tribunales: “La población y litigiosidad han crecido en proporción geométrica inversa a la cantidad de tribunales cordobeses, absolutamente colapsados. Se habla de un cuello de botella en el curso de los procesos. Pero la botella de la Justicia lo tiene ya en la base, ante la inaudita cantidad de causas en primera instancia; después y porque casi todo se impugna, ese cuello se va estrangulando en órganos superiores; y en definitiva fluyen unas pocas y espaciadas gotas del preciado líquido”. “A pesar de todas esas falencias judiciales –agregó– el control popular no debe exteriorizarse mediante actitudes de violencia, explícita o solapada. De lo contrario, se corre el riesgo de que algunos gobernantes –sobre todo en períodos eleccionarios, donde interesa ese voto popular– ejerzan presión indebida sobre fiscales y magistrados, quienes necesitan concentración y tranquilidad para elaborar decisiones maduradas, serias e independientes”. “La Nación Argentina –concluyó– ha delegado en determinadas personas capacitadas el poder para administrar justicia pública. Que los argentinos controlen jueces y sentencias mediante todos los resortes institucionales permitidos. Pero no tienen derecho a juzgar ellos mismos los asuntos de solución delegada. Que reserven hacer justicia en sus acciones privadas. En lo demás, sólo les asiste el derecho incuestionable de reclamar aquella justicia y denunciar extravíos de los encargados de brindarla”.

Fuente: La Voz.com

1 comentario:

webmaster tmarin dijo...

Saludos desde Argentina.
Visito vuestro blog y me llevo la noticia de la jueza argentina para el mio.
Gracias y un afectuoso saludo.
Tere Marin
www.lacoctelera.com/teremarin
www.novoyatirarlatoalla.blogspot.com