Algunos jueces le consideran un broncas. Y es que él se siente justiciero. Un pelín Don Quijote. Allá donde ve algo que considera injusto, presenta una querella. Es José Luis Mazón, el “abogado del diablo”.
Se hizo famoso cuando llevó a los tribunales al juez de Familia de Murcia, Fernando Ferrín. Le acusó de prevaricación por solicitar un informe profesional sobre la idoneidad de una pareja de lesbianas para ser madres de la hija biológica de una de las ‘miembras’ de la pareja. A partir de entonces el nombre de Mazón empezó a ser conocido entre el colectivo rosa. Mazón, feliz.
Finalmente, el Tribunal Superior de Justicia condenó a Ferrín y el Supremo elevó la pena a 10 años de inhabilitación. Mazón más feliz: satisfecho. Primer juez en su haber. Todo un orgullo. Porque él considera que la justicia en España es de baja calidad. Arremeter contra los jueces es -en su opinión- mejorar la salud democrática del país. Probablemente tenga razón, aunque en el caso Ferrín le cegó la ideología y el vedetismo frente a la racionalidad. Poco importa si el lobby rosa te hace una estatua.
La segunda pieza es más sabrosa: nada menos que el juez estrella Baltasar Garzón. Mazón lo ha llevado al banquillo por sus cursos en Estados Unidos, financiados por el banco Santander. A Garzón ‘casualmente’ le tocó juzgar las cesiones de crédito del Santander y archivó la causa. Una presunta prevaricación que le puede costar la suspensión de empleo y sueldo. Mazón comparte esta última aventura con Antonio Panea, el dolor de muelas de Emilio Botín -junto al fallecido Pérez Escolar- desde hace años.
Mazón está a punto de cobrarse la pieza de Garzón en el tema del Santander. Sin embargo, considera que ha actuado correctamente en el asunto de la memoria histórica. Así que aunque Garzón haya ‘forzado el derecho’, bien hecho está si se trata de recuperar la derrota en la contienda.
Es la asimetría ideológica: lo importante no es el derecho, sino la imposición de la voluntad. Si el derecho no se ajusta, se le retuerce. A pesar de todo, la asociación que preside se llama Preeminencia del Derecho. Paradojas de la vida.
Fuente: hazteoir.org
Se hizo famoso cuando llevó a los tribunales al juez de Familia de Murcia, Fernando Ferrín. Le acusó de prevaricación por solicitar un informe profesional sobre la idoneidad de una pareja de lesbianas para ser madres de la hija biológica de una de las ‘miembras’ de la pareja. A partir de entonces el nombre de Mazón empezó a ser conocido entre el colectivo rosa. Mazón, feliz.
Finalmente, el Tribunal Superior de Justicia condenó a Ferrín y el Supremo elevó la pena a 10 años de inhabilitación. Mazón más feliz: satisfecho. Primer juez en su haber. Todo un orgullo. Porque él considera que la justicia en España es de baja calidad. Arremeter contra los jueces es -en su opinión- mejorar la salud democrática del país. Probablemente tenga razón, aunque en el caso Ferrín le cegó la ideología y el vedetismo frente a la racionalidad. Poco importa si el lobby rosa te hace una estatua.
La segunda pieza es más sabrosa: nada menos que el juez estrella Baltasar Garzón. Mazón lo ha llevado al banquillo por sus cursos en Estados Unidos, financiados por el banco Santander. A Garzón ‘casualmente’ le tocó juzgar las cesiones de crédito del Santander y archivó la causa. Una presunta prevaricación que le puede costar la suspensión de empleo y sueldo. Mazón comparte esta última aventura con Antonio Panea, el dolor de muelas de Emilio Botín -junto al fallecido Pérez Escolar- desde hace años.
Mazón está a punto de cobrarse la pieza de Garzón en el tema del Santander. Sin embargo, considera que ha actuado correctamente en el asunto de la memoria histórica. Así que aunque Garzón haya ‘forzado el derecho’, bien hecho está si se trata de recuperar la derrota en la contienda.
Es la asimetría ideológica: lo importante no es el derecho, sino la imposición de la voluntad. Si el derecho no se ajusta, se le retuerce. A pesar de todo, la asociación que preside se llama Preeminencia del Derecho. Paradojas de la vida.
Fuente: hazteoir.org
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