Un hombre deposita en la ventanilla de la prisión de Soto del Real su licencia de taxi, su DNI, un Rolex y una cadena de oro. Es el 27 de agosto de 2007. Ingresa en la cárcel de forma preventiva tras haber sido acusado de violación por una cliente. 86 días después, al pagar su fianza, el funcionario le entrega únicamente su documento nacional de identidad; lo demás ha desaparecido. Con sus pertenencias, también se han evaporado su fe en la Justicia, su relación de pareja, su trabajo, casi todo sus ahorros y gran parte de quienes creía sus amigos. El pasado 20 de noviembre terminaron sus dos años de via crucis con una sentencia que le absolvía por completo.
Él siempre se declaró inocente, pero evitar el escándalo social que supondría que un taxista violador de jovencitas condujera en libertad bien merece encarcelar a un hombre ‘presuntamente culpable’. Así lo consideró, al menos, la juez que suplía a la oficial del Juzgado número 5 de Arganda del Rey tras escuchar las declaraciones de una joven que, cuando su novio le descubrió el sujetador desabrochado, prefirió acusar a un taxista de violación a confesarle una infidelidad. Por el contrario, lo único que hizo Emilio, el taxista acusado, fue llevarla hasta la puerta de la casa de su novio, en Rivas Vaciamadrid. La denunciante, que responde a las iniciales A. I. G. S. y cumplirá 30 años el próximo 3 de mayo, se lo inventó todo.
Sin testigos presenciales, Emilio facilitó su vehículo y exigió que la joven presentara su ropa interior para demostrar que nunca la tocó. Ya en el juicio, no hubo manera de acreditar que la joven se despertara del coche en un descampado ni que, al abrir los ojos, viera al supuesto culpable tumbado sobre ella. Nada. Así lo dicta la sentencia. Además, A. I. G. S. se contradice constantemente. Tiene grandes lagunas de memoria por culpa del alcohol que ingirió aquella noche, y no recuerda ni el tiempo que tardó en llegar el taxi, ni si el taxista la agarró o no; si eyaculó o no; o si ella vomitó o no. Sólo tenía claro que el taxista le había obligado a practicarle una felación. Por su parte, lo que Emilio sí dice recordar es cómo la joven se le insinuó tras reconocerle que no tenía dinero para pagar la carrera.
Tras la denuncia, Emilio duerme 86 noches en una celda. Encerrado a pesar de su inocencia llegó a considerar la posibilidad de no salir en muchos años. Meditó incluso la opción de beber de la botella de lejía que suministran a los presos para limpiar su aseo. No lo hizo, asegura, porque sabía que no conseguiría matarse. Hasta la fecha nadie le ha pedido perdón: ni A. I. G. S.; ni su familia, ni la juez suplente del Juzgado número 5 de Arganda del Rey que lo encerró en prisión. Cuando la juez titular volvió tres meses después tras su baja por maternidad y revisó el archivo, mandó llamar inmediatamente a Emilio. “Lo siento mucho. Sé que eres inocente”. Prueba de ello es que estipuló una fianza de 2.000 euros para facilitar su salida, cuando las fianzas para casos de violación son mucho mayores.
Las contradicciones de A. I. G. S. eran tan obvias que la juez se echó las manos a la cabeza por el error que había provocado aquel fatal desenlace. Tampoco la juez sustituta ha pagado por su error. Desde que pisó la calle, Emilio ha pasado dos años más firmando los días 1 y 15 de cada mes hasta que el 16 de noviembre de 2009 lo llaman a juicio. Entonces no hay dudas: es inocente. Le absuelven de los cargos imputados, pero ni un sólo euro por daños y prejuicios. Ahora, si quiere, puede denunciar a quien le acusó de violación, pero, dos años después y tras agotar un colchón de más de 100.000 euros, Emilio no tiene dinero para volver a empezar otra carrera judicial; ganas no le faltan: “Si algún abogado especializado quiere ayudarme, yo estoy dispuesto a compartir la indemnización”.
Emilio es el nombre falso sobre el que se esconde una identidad real. Un hombre al que únicamente le preocupa que sus octogenarios padres no descubran la tortura que vivió por el capricho de una joven que ha salido impune de su fechoría. Mercedes Patón, fundadora y directora del despacho de abogados Patón & Asociados, reconocía hace un año que el 90% de las demandas de mujeres hacia hombres no son acusaciones reales. Los fiscales de Madrid también advirtieron de que ellos han detectado denuncias falsas. “Lo que ella dice va a misa. Lo que él denuncia, va al archivo”, opina Patón.
Según Emilio, su caso debería servir al menos para que los políticos pertinentes reflexionasen sobre la Ley de Violencia de Género, que supuestamente opta por un derecho desigual para la igualdad y que “consigue justo lo contrario”. Ninguna institución ampara al hombre maltratado. Únicamente asociaciones como ‘Hombres Maltratados’, y ni en ellas se manejan datos sobre cuántas denuncias falsas efectúan las mujeres contra sus maridos, ex parejas o, por qué no, contra el taxista que le dejó ayer por la noche en casa.
Emilio es inocente, aunque la sombra del presunto taxista violador de jovencitas le persiga hasta su tumba. “No hay dinero en el mundo que pueda pagar lo que yo viví entre esas cuatro paredes. Sólo deseo que ella pase otros 86 días en la cárcel por lo que me hizo. Ni uno más ni uno menos”. La discriminación que la Ley Integral Contra la Violencia de Género ejerce sobre los hombres ha levantado más de una voz en contra. ¿El afán de acabar con la violencia contra la mujer es injusto para el hombre? ¿Qué pasa si ellas comienzan a matar como ellos? ¿Se les castiga de la misma manera? ¿Por qué se limita el término “género” sólo al femenino? ¿Por qué no se castiga a A. I. G. S. después de demostrar que Emilio no la violó? “Yo defendía como el que más a las mujeres y a los niños contra los maltratos y precisamente por eso me pregunto por qué Dios me habrá impuesto a mí este castigo. Ahora, después de todo lo que me ha pasado lo tengo claro: todo lo que han conseguido las mujeres en estos años, lo van a perder como sucedan más casos como el mío”.
Fuente: elconfidencial.com
Él siempre se declaró inocente, pero evitar el escándalo social que supondría que un taxista violador de jovencitas condujera en libertad bien merece encarcelar a un hombre ‘presuntamente culpable’. Así lo consideró, al menos, la juez que suplía a la oficial del Juzgado número 5 de Arganda del Rey tras escuchar las declaraciones de una joven que, cuando su novio le descubrió el sujetador desabrochado, prefirió acusar a un taxista de violación a confesarle una infidelidad. Por el contrario, lo único que hizo Emilio, el taxista acusado, fue llevarla hasta la puerta de la casa de su novio, en Rivas Vaciamadrid. La denunciante, que responde a las iniciales A. I. G. S. y cumplirá 30 años el próximo 3 de mayo, se lo inventó todo.
Sin testigos presenciales, Emilio facilitó su vehículo y exigió que la joven presentara su ropa interior para demostrar que nunca la tocó. Ya en el juicio, no hubo manera de acreditar que la joven se despertara del coche en un descampado ni que, al abrir los ojos, viera al supuesto culpable tumbado sobre ella. Nada. Así lo dicta la sentencia. Además, A. I. G. S. se contradice constantemente. Tiene grandes lagunas de memoria por culpa del alcohol que ingirió aquella noche, y no recuerda ni el tiempo que tardó en llegar el taxi, ni si el taxista la agarró o no; si eyaculó o no; o si ella vomitó o no. Sólo tenía claro que el taxista le había obligado a practicarle una felación. Por su parte, lo que Emilio sí dice recordar es cómo la joven se le insinuó tras reconocerle que no tenía dinero para pagar la carrera.
Tras la denuncia, Emilio duerme 86 noches en una celda. Encerrado a pesar de su inocencia llegó a considerar la posibilidad de no salir en muchos años. Meditó incluso la opción de beber de la botella de lejía que suministran a los presos para limpiar su aseo. No lo hizo, asegura, porque sabía que no conseguiría matarse. Hasta la fecha nadie le ha pedido perdón: ni A. I. G. S.; ni su familia, ni la juez suplente del Juzgado número 5 de Arganda del Rey que lo encerró en prisión. Cuando la juez titular volvió tres meses después tras su baja por maternidad y revisó el archivo, mandó llamar inmediatamente a Emilio. “Lo siento mucho. Sé que eres inocente”. Prueba de ello es que estipuló una fianza de 2.000 euros para facilitar su salida, cuando las fianzas para casos de violación son mucho mayores.
Las contradicciones de A. I. G. S. eran tan obvias que la juez se echó las manos a la cabeza por el error que había provocado aquel fatal desenlace. Tampoco la juez sustituta ha pagado por su error. Desde que pisó la calle, Emilio ha pasado dos años más firmando los días 1 y 15 de cada mes hasta que el 16 de noviembre de 2009 lo llaman a juicio. Entonces no hay dudas: es inocente. Le absuelven de los cargos imputados, pero ni un sólo euro por daños y prejuicios. Ahora, si quiere, puede denunciar a quien le acusó de violación, pero, dos años después y tras agotar un colchón de más de 100.000 euros, Emilio no tiene dinero para volver a empezar otra carrera judicial; ganas no le faltan: “Si algún abogado especializado quiere ayudarme, yo estoy dispuesto a compartir la indemnización”.
Emilio es el nombre falso sobre el que se esconde una identidad real. Un hombre al que únicamente le preocupa que sus octogenarios padres no descubran la tortura que vivió por el capricho de una joven que ha salido impune de su fechoría. Mercedes Patón, fundadora y directora del despacho de abogados Patón & Asociados, reconocía hace un año que el 90% de las demandas de mujeres hacia hombres no son acusaciones reales. Los fiscales de Madrid también advirtieron de que ellos han detectado denuncias falsas. “Lo que ella dice va a misa. Lo que él denuncia, va al archivo”, opina Patón.
Según Emilio, su caso debería servir al menos para que los políticos pertinentes reflexionasen sobre la Ley de Violencia de Género, que supuestamente opta por un derecho desigual para la igualdad y que “consigue justo lo contrario”. Ninguna institución ampara al hombre maltratado. Únicamente asociaciones como ‘Hombres Maltratados’, y ni en ellas se manejan datos sobre cuántas denuncias falsas efectúan las mujeres contra sus maridos, ex parejas o, por qué no, contra el taxista que le dejó ayer por la noche en casa.
Emilio es inocente, aunque la sombra del presunto taxista violador de jovencitas le persiga hasta su tumba. “No hay dinero en el mundo que pueda pagar lo que yo viví entre esas cuatro paredes. Sólo deseo que ella pase otros 86 días en la cárcel por lo que me hizo. Ni uno más ni uno menos”. La discriminación que la Ley Integral Contra la Violencia de Género ejerce sobre los hombres ha levantado más de una voz en contra. ¿El afán de acabar con la violencia contra la mujer es injusto para el hombre? ¿Qué pasa si ellas comienzan a matar como ellos? ¿Se les castiga de la misma manera? ¿Por qué se limita el término “género” sólo al femenino? ¿Por qué no se castiga a A. I. G. S. después de demostrar que Emilio no la violó? “Yo defendía como el que más a las mujeres y a los niños contra los maltratos y precisamente por eso me pregunto por qué Dios me habrá impuesto a mí este castigo. Ahora, después de todo lo que me ha pasado lo tengo claro: todo lo que han conseguido las mujeres en estos años, lo van a perder como sucedan más casos como el mío”.
Fuente: elconfidencial.com
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