Selamha Mint Mohamed tenía apenas 14 años cuando sus padres la obligaron a casarse en Mauritania con uno de sus primos, 26 años mayor que ella. Eso fue en 2006. Desesperada, la chica, nacida en España y residente en Puerto Real, cerca de Cádiz, denunció a sus propios progenitores y a su marido y los llevó ante un tribunal, que los podría condenar a largas penas de prisión.
El juicio, que continúa en la Audiencia Provincial de Cádiz, pone de manifiesto un complicado choque de culturas y costumbres. El esposo de Selamha, preso en España, está acusado de violación, por lo que podría ser condenado a hasta diez años de cárcel.
Los padres de la menor, que se encuentran en libertad provisional, se enfrentan a penas de hasta 17 años de prisión por coacciones, violencia doméstica en el ámbito del hogar y trato denigrante, por haber amenazado a su hija con matarla si no mantenía relaciones sexuales con su primo.
“Mi padre me decía que me iba a lapidar”, declaró Selamha en el juicio. “Me dijo que la primera piedra la iba a tirar él”.
La chica, que se encuentra en tratamiento psicológico, declaró por videoconferencia, por temor a represalias de sus progenitores, a los que las autoridades españolas quitaron la custodia de la menor, y para evitar las presiones de la veintena de familiares que en la sala apoyan a sus padres y a su marido.
Tanto el esposo de la chica como sus padres argumentan que, según las leyes de la república islámica de Mauritania, nada de lo ocurrido es ilegal, y que no pueden ser castigados por una ley -la española- que no entiende de sus ancestrales tradiciones. Además, aseguran que Selamha se casó y mantuvo relaciones sexuales por propia voluntad.
Así lo ven también las autoridades de este país del noroeste de África, donde el caso ha causado un gran revuelo y protestas contra España, el país que vio nacer tanto a Selamha, de hoy 16 años, como a su hermano Abdalá y a su hermana Aicha, ambos menores que ella.
Los tres conservan la nacionalidad mauritana. Sus padres, Mohamed Ould Abdallahi y Hawa Mint Cheikh, se instalaron en Puerto Real, en el sur del país, hace casi 30 años. El padre ronda los 70 años, es prácticamente analfabeto y apenas habla español.
En verano de 2006, Selamha y su madre se fueron a Mauritania de vacaciones. Allí, su primo Mokhtar, un pequeño empresario de 40 años, pidió su mano, a cambio de una dote que según algunos medios españoles fue de unos 640 euros.
El padre de la niña dio su consentimiento desde Puerto Real por teléfono. “Acepté que mi hija hiciera lo que hacen todas las chicas mauritanas: casarse con sus primos mayores”, explicó Abdallahi.
Unas semanas después de la boda, Selamha regresó a España y siguió sus estudios. En mayo de 2007, su esposo la visitó en Puerto Real, aprovechando un viaje de negocios y, según declaró ella en el juicio, sus padres volvieron a obligarla con amenazas a mantener relaciones sexuales con él.
“Yo me resistía, pero mis padres me decían que me matarían, que me quemarían o que me cortarían el cuello”, relató. Contó además que la encerraron en una habitación con su marido.
Al día siguiente, Selamha acudió llorando a casa de unos vecinos españoles y con el apoyo de una de las hijas mayores de éstos denunció a su esposo y a sus padres en comisaría. Los tres fueron detenidos, si bien los padres más adelante salieron en libertad condicional. Ahora se sientan en el banquillo de los acusados.
En Mauritania, el juicio se sigue con gran atención. Y con rencor hacia la Justicia en Cádiz. Así, el imán de la Gran Mezquita de Nuackchot, la capital del país, apeló a las autoridades españolas, en un sermón transmitido por radio y televisión, a que sean comprensivas con la familia de Selamha.
Otros clérigos del país se unieron a este exhorto e incluso pidieron al gobierno mauritano interceder en favor de la familia ante el Ejecutivo español, al argumentar que ésta se limitó a cumplir la sharía (la ley islámica). Secundan asimismo el argumento del padre, quien asegura haber sido “víctima de una ingeniosa y malintencionada maquinación” orquestada por sus vecinos españoles para arrebatarle a su hija.
En este sentido, el periódico mauritano “Le Quotidien” recordó que también en occidente, chicas de la edad de Selamha tienen relaciones sexuales, mientras que otro diario, “Le Renovateur”, apeló a la reciprocidad: “Si la Justicia mauritana no puede encarcelar a un español por beber alcohol en nuestro país, los españoles no pueden juzgar en nuestro nombre supuestos extravíos sociales”.
En la misma línea, el embajador de Mauritania en Madrid, Sidi Mohamed Ould Boubcar, llamó a la Justicia española a tener en cuenta “las especificidades culturales y religiosas” de su país.
Fuente: Minuto Digital
El juicio, que continúa en la Audiencia Provincial de Cádiz, pone de manifiesto un complicado choque de culturas y costumbres. El esposo de Selamha, preso en España, está acusado de violación, por lo que podría ser condenado a hasta diez años de cárcel.
Los padres de la menor, que se encuentran en libertad provisional, se enfrentan a penas de hasta 17 años de prisión por coacciones, violencia doméstica en el ámbito del hogar y trato denigrante, por haber amenazado a su hija con matarla si no mantenía relaciones sexuales con su primo.
“Mi padre me decía que me iba a lapidar”, declaró Selamha en el juicio. “Me dijo que la primera piedra la iba a tirar él”.
La chica, que se encuentra en tratamiento psicológico, declaró por videoconferencia, por temor a represalias de sus progenitores, a los que las autoridades españolas quitaron la custodia de la menor, y para evitar las presiones de la veintena de familiares que en la sala apoyan a sus padres y a su marido.
Tanto el esposo de la chica como sus padres argumentan que, según las leyes de la república islámica de Mauritania, nada de lo ocurrido es ilegal, y que no pueden ser castigados por una ley -la española- que no entiende de sus ancestrales tradiciones. Además, aseguran que Selamha se casó y mantuvo relaciones sexuales por propia voluntad.
Así lo ven también las autoridades de este país del noroeste de África, donde el caso ha causado un gran revuelo y protestas contra España, el país que vio nacer tanto a Selamha, de hoy 16 años, como a su hermano Abdalá y a su hermana Aicha, ambos menores que ella.
Los tres conservan la nacionalidad mauritana. Sus padres, Mohamed Ould Abdallahi y Hawa Mint Cheikh, se instalaron en Puerto Real, en el sur del país, hace casi 30 años. El padre ronda los 70 años, es prácticamente analfabeto y apenas habla español.
En verano de 2006, Selamha y su madre se fueron a Mauritania de vacaciones. Allí, su primo Mokhtar, un pequeño empresario de 40 años, pidió su mano, a cambio de una dote que según algunos medios españoles fue de unos 640 euros.
El padre de la niña dio su consentimiento desde Puerto Real por teléfono. “Acepté que mi hija hiciera lo que hacen todas las chicas mauritanas: casarse con sus primos mayores”, explicó Abdallahi.
Unas semanas después de la boda, Selamha regresó a España y siguió sus estudios. En mayo de 2007, su esposo la visitó en Puerto Real, aprovechando un viaje de negocios y, según declaró ella en el juicio, sus padres volvieron a obligarla con amenazas a mantener relaciones sexuales con él.
“Yo me resistía, pero mis padres me decían que me matarían, que me quemarían o que me cortarían el cuello”, relató. Contó además que la encerraron en una habitación con su marido.
Al día siguiente, Selamha acudió llorando a casa de unos vecinos españoles y con el apoyo de una de las hijas mayores de éstos denunció a su esposo y a sus padres en comisaría. Los tres fueron detenidos, si bien los padres más adelante salieron en libertad condicional. Ahora se sientan en el banquillo de los acusados.
En Mauritania, el juicio se sigue con gran atención. Y con rencor hacia la Justicia en Cádiz. Así, el imán de la Gran Mezquita de Nuackchot, la capital del país, apeló a las autoridades españolas, en un sermón transmitido por radio y televisión, a que sean comprensivas con la familia de Selamha.
Otros clérigos del país se unieron a este exhorto e incluso pidieron al gobierno mauritano interceder en favor de la familia ante el Ejecutivo español, al argumentar que ésta se limitó a cumplir la sharía (la ley islámica). Secundan asimismo el argumento del padre, quien asegura haber sido “víctima de una ingeniosa y malintencionada maquinación” orquestada por sus vecinos españoles para arrebatarle a su hija.
En este sentido, el periódico mauritano “Le Quotidien” recordó que también en occidente, chicas de la edad de Selamha tienen relaciones sexuales, mientras que otro diario, “Le Renovateur”, apeló a la reciprocidad: “Si la Justicia mauritana no puede encarcelar a un español por beber alcohol en nuestro país, los españoles no pueden juzgar en nuestro nombre supuestos extravíos sociales”.
En la misma línea, el embajador de Mauritania en Madrid, Sidi Mohamed Ould Boubcar, llamó a la Justicia española a tener en cuenta “las especificidades culturales y religiosas” de su país.
Fuente: Minuto Digital
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