Son 55 las mujeres asesinadas a manos de sus maridos en lo que va de año, tantas como en todo 2009. Bibiana Aído, ministra de Igualdad, se defendia ante estas cifras argumentando que “son muchos los mecanismos y herramientas que tienen a su disposición” las mujeres que denuncian. Sin embargo, no hace mención al resto de las víctimas, al 74% que no rechista: mujeres que llevan años viviendo con sus agresores y no son conscientes de que los insultos y palizas que reciben forman parte de la famosa violencia de género. No lo ven ni ellas, ni sus familiares, ni sus amigos o vecinos. ¿Qué está fallando para que los maltratadores no dejen de matar y las víctimas no denuncien?.
No hay un perfil cultural, económico o psicológico de la maltratada ni del maltratador. Él responde a un hombre machista, emocionalmente inestable, dependiente, que sufre una enfermedad mental o, simplemente, preso de un ataque de celos momentáneo. Ella suele llevar más de diez años casada y ha recibido malos tratos físicos habitualemente y amenazas de muerte, pertenece a una clase social baja y ha abandonado a su agresor después de una larga convivencia. Los expertos coinciden: “En estos casos, el homicidio es el último episodio de una historia anterior de malos tratos”.
El plano teórico del discurso de la Ley contra la Violencia de Género es correcto: que se condene la violencia. Pero en la práctica no funciona. Francisco Serrano, juez de familia de Sevilla, no cree que lo que falle sea la ley. Lo que naufraga es la aplicación, ya que las cifras avalan que las víctimas siguen estando desprotegidas por las instituciones. “La ley no falla. Fracasan quienes tienen que aplicarla, que en lugar de valorar por qué no desciende el número de víctimas se dedican a utilizarla como arma arrojadiza”.
El problema, según Serrano, es no distinguir entre el verdadero maltrato y la conflictividad propia de cualquier ruptura. “¿No se da cuenta el Gobierno que en lugar de proteger debidamente a las víctimas estamos protegiendo situaciones de abuso?”. Según las cifras que maneja el juez, sólo el 14% de las denuncias responde a la violencia habitual, y el 86% restante son “situaciones de ruptura de pareja en las que se faltan el respeto tanto el hombre a la mujer como al revés”.
La Ley contra la Violencia de Género es la más atacada de la historia (tiene más de 200 recursos de en el Tribunal Constitucional). Y lo es no porque sea una ley mala o injusta, sino porque cumple una legislación ideológica: “arremete directamente contra la cultura que ha sostenido durante siglos que el hombre domina a la mujer”, comenta Serrano.
Más educar y menos financiar
Las administraciones deberían destinar recursos de forma racional, demostrando que realmente conocen el problema de fondo. “Se necesitan políticas en materia de familia; políticas de mediación y prevención; redefinir el concepto del maltrato, porque ni todo hombre es un maltratador ni toda mujer una víctima; invertir las relaciones necesarias para proteger a las mujeres objeto de maltrato: que le garanticen vivienda a varios cientos de kilómetros del lugar de residencia de su agresor, colegio para sus hijos y un trabajo”.
La clave, según Serrano, es la educación. “Hay que educar en igualdad, sin crear estereotipos. El maltratador tiene que saber que su conducta no es viable y ella que debe levantar el teléfono cuando él la amenace”. Según el juez, el Gobierno no se puede quedar en promulgar leyes y esperar a que se produzca el milagro. Hay que hacerlo realidad a base de trabajo continuo: educación, sensibilización, prevención, el aislamiento de los maltratadores y la recuperación eficaz de sus víctimas. Sólo así será posible congelar la violencia de género hasta conseguir la ansiada cifra de cero víctimas mortales por violencia de género.
Fuente: elconfidencial.com
No hay un perfil cultural, económico o psicológico de la maltratada ni del maltratador. Él responde a un hombre machista, emocionalmente inestable, dependiente, que sufre una enfermedad mental o, simplemente, preso de un ataque de celos momentáneo. Ella suele llevar más de diez años casada y ha recibido malos tratos físicos habitualemente y amenazas de muerte, pertenece a una clase social baja y ha abandonado a su agresor después de una larga convivencia. Los expertos coinciden: “En estos casos, el homicidio es el último episodio de una historia anterior de malos tratos”.
El plano teórico del discurso de la Ley contra la Violencia de Género es correcto: que se condene la violencia. Pero en la práctica no funciona. Francisco Serrano, juez de familia de Sevilla, no cree que lo que falle sea la ley. Lo que naufraga es la aplicación, ya que las cifras avalan que las víctimas siguen estando desprotegidas por las instituciones. “La ley no falla. Fracasan quienes tienen que aplicarla, que en lugar de valorar por qué no desciende el número de víctimas se dedican a utilizarla como arma arrojadiza”.
El problema, según Serrano, es no distinguir entre el verdadero maltrato y la conflictividad propia de cualquier ruptura. “¿No se da cuenta el Gobierno que en lugar de proteger debidamente a las víctimas estamos protegiendo situaciones de abuso?”. Según las cifras que maneja el juez, sólo el 14% de las denuncias responde a la violencia habitual, y el 86% restante son “situaciones de ruptura de pareja en las que se faltan el respeto tanto el hombre a la mujer como al revés”.
La Ley contra la Violencia de Género es la más atacada de la historia (tiene más de 200 recursos de en el Tribunal Constitucional). Y lo es no porque sea una ley mala o injusta, sino porque cumple una legislación ideológica: “arremete directamente contra la cultura que ha sostenido durante siglos que el hombre domina a la mujer”, comenta Serrano.
Más educar y menos financiar
Las administraciones deberían destinar recursos de forma racional, demostrando que realmente conocen el problema de fondo. “Se necesitan políticas en materia de familia; políticas de mediación y prevención; redefinir el concepto del maltrato, porque ni todo hombre es un maltratador ni toda mujer una víctima; invertir las relaciones necesarias para proteger a las mujeres objeto de maltrato: que le garanticen vivienda a varios cientos de kilómetros del lugar de residencia de su agresor, colegio para sus hijos y un trabajo”.
La clave, según Serrano, es la educación. “Hay que educar en igualdad, sin crear estereotipos. El maltratador tiene que saber que su conducta no es viable y ella que debe levantar el teléfono cuando él la amenace”. Según el juez, el Gobierno no se puede quedar en promulgar leyes y esperar a que se produzca el milagro. Hay que hacerlo realidad a base de trabajo continuo: educación, sensibilización, prevención, el aislamiento de los maltratadores y la recuperación eficaz de sus víctimas. Sólo así será posible congelar la violencia de género hasta conseguir la ansiada cifra de cero víctimas mortales por violencia de género.
Fuente: elconfidencial.com
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