Ocurrió recientemente. Una mujer se presentó en un juzgado de Instrucción de Vigo acompañada por su abogado porque quería denunciar a su ex marido. A más de uno se le quedó cara de póker cuando escucharon el motivo: estaba indignada porque el hombre, en un sólo mes, le había cortado tres veces el pelo a la hija que tienen en común e insistía en que eso era un delito ya que la niña se había visto "perjudicada". Parece una broma, pero el caso de esta viguesa recién separada cuyo ex esposo rehizo su vida con otra mujer es un ejemplo real de hasta qué punto se ha judicializado no sólo la vida cotidiana, sino también los problemas personales.
El afán por arreglarlo todo en una sala de vistas está provocando que se pleitee hasta el absurdo. Y que los juzgados vigueses, ya saturados de por sí, vean agravada su situación al tener que tramitar cientos de denuncias con motivos que van desde un insulto proferido en un momento de acaloramiento hasta una bronca entre vecinos enemistados o un enfrentamiento por una plaza de aparcamiento.
"Presentar una denuncia es gratis y eso provoca que el juzgado de guardia se haya convertido en un cajón desastre impresionante", afirma una jurista. Y no le falta razón, porque son sin duda las salas de Instrucción las más afectadas por este empeño por judicializar hasta lo más banal: cada uno de estos ocho tribunales vigueses registraron a lo largo del pasado año la friolera de 7.000 asuntos de media, una cifra que este año se ha disparado.
Tampoco se libran los juzgados de Primera Instancia, a los que competen las reclamaciones civiles. "Se llega a pelear por la más nimia cantidad", asegura un procurador, que aún recuerda a un empresario que acudió a los tribunales para reclamar 3.000 de las antiguas pesetas por unos daños casi imperceptibles que sufrió su turismo de alta gama en un leve accidente.
Filtro
Los abogados tienen que actuar muchas veces de filtro para evitar que algo de lo más disparatado obligue a poner en marcha la maquinaria de la justicia. "Yo le tengo que decir a muchos clientes que no vale la pena denunciar; insistirles en que el hecho de que hayas quedado mal en una operación no siempre es culpa del médico o que te hayas caído en una cafetería no tiene porque ser responsabilidad de ese local", relata el letrado Carlos Borrás. De la misma opinión es Isaac Morgade, compañero de profesión. "Hay cosas que no tiene ningún sentido plantear judicialmente. Te encuentras con gente que quiere denunciar porque no le hacen caso en una reunión de una comunidad de propietarios o porque le gotea la ropa del vecino de arriba; son cuestiones que deberían solucionarse dialogando, no ante un juez", razona.
Pese a insistir en que ese pleito acabará archivándose, y que sólo supondrá una pérdida de tiempo y dinero tanto para el afectado como para la propia Administración, a veces puede más la cabezonería. "Llegan auténticas chorradas, y tú tienes que aceptar y tramitar esa denuncia, aunque sepas que no va a ir a ningún lado", explica una funcionaria. A veces, lo que se busca es "chinchar" al otro, sea un vecino, un compañero de trabajo o un novio que te acaba de dejar. "En ocasiones notas que te están utilizando para arreglar sus problemas y nosotros no somos ni psicólogos ni asesores", reflexiona esta misma profesional.
Muchas denuncias de lo más trivial, en cambio, sí pasan el filtro y acaban dirimiéndose en las salas de vistas, sea como juicio de faltas o como delito en los tribunales de lo Penal. Uno de los asuntos "estrellas" en los procesos por faltas son sin duda los insultos. Tantos son –y la mayoría de las veces tan absurdos– que incluso son objeto de broma entre algunos abogados. "Cuando vamos a uno de esos juicios nos decimos entre nosotros que tenemos un ´chamoume´. ´Chamoume estúpido, chamoume cabrón´", explican con sarcasmo.
Fuente: farodevigo.es
El afán por arreglarlo todo en una sala de vistas está provocando que se pleitee hasta el absurdo. Y que los juzgados vigueses, ya saturados de por sí, vean agravada su situación al tener que tramitar cientos de denuncias con motivos que van desde un insulto proferido en un momento de acaloramiento hasta una bronca entre vecinos enemistados o un enfrentamiento por una plaza de aparcamiento.
"Presentar una denuncia es gratis y eso provoca que el juzgado de guardia se haya convertido en un cajón desastre impresionante", afirma una jurista. Y no le falta razón, porque son sin duda las salas de Instrucción las más afectadas por este empeño por judicializar hasta lo más banal: cada uno de estos ocho tribunales vigueses registraron a lo largo del pasado año la friolera de 7.000 asuntos de media, una cifra que este año se ha disparado.
Tampoco se libran los juzgados de Primera Instancia, a los que competen las reclamaciones civiles. "Se llega a pelear por la más nimia cantidad", asegura un procurador, que aún recuerda a un empresario que acudió a los tribunales para reclamar 3.000 de las antiguas pesetas por unos daños casi imperceptibles que sufrió su turismo de alta gama en un leve accidente.
Filtro
Los abogados tienen que actuar muchas veces de filtro para evitar que algo de lo más disparatado obligue a poner en marcha la maquinaria de la justicia. "Yo le tengo que decir a muchos clientes que no vale la pena denunciar; insistirles en que el hecho de que hayas quedado mal en una operación no siempre es culpa del médico o que te hayas caído en una cafetería no tiene porque ser responsabilidad de ese local", relata el letrado Carlos Borrás. De la misma opinión es Isaac Morgade, compañero de profesión. "Hay cosas que no tiene ningún sentido plantear judicialmente. Te encuentras con gente que quiere denunciar porque no le hacen caso en una reunión de una comunidad de propietarios o porque le gotea la ropa del vecino de arriba; son cuestiones que deberían solucionarse dialogando, no ante un juez", razona.
Pese a insistir en que ese pleito acabará archivándose, y que sólo supondrá una pérdida de tiempo y dinero tanto para el afectado como para la propia Administración, a veces puede más la cabezonería. "Llegan auténticas chorradas, y tú tienes que aceptar y tramitar esa denuncia, aunque sepas que no va a ir a ningún lado", explica una funcionaria. A veces, lo que se busca es "chinchar" al otro, sea un vecino, un compañero de trabajo o un novio que te acaba de dejar. "En ocasiones notas que te están utilizando para arreglar sus problemas y nosotros no somos ni psicólogos ni asesores", reflexiona esta misma profesional.
Muchas denuncias de lo más trivial, en cambio, sí pasan el filtro y acaban dirimiéndose en las salas de vistas, sea como juicio de faltas o como delito en los tribunales de lo Penal. Uno de los asuntos "estrellas" en los procesos por faltas son sin duda los insultos. Tantos son –y la mayoría de las veces tan absurdos– que incluso son objeto de broma entre algunos abogados. "Cuando vamos a uno de esos juicios nos decimos entre nosotros que tenemos un ´chamoume´. ´Chamoume estúpido, chamoume cabrón´", explican con sarcasmo.
Fuente: farodevigo.es
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